En un giro completamente esperado de los acontecimientos el pasado verano, el PSG decidía dar un golpe de timón a su política deportiva en vista de los pobres resultados cosechados en las temporadas precedentes. El examen final llegaría esta temporada.
Al Khelaifi ya lo había avisado con un ejemplo un tanto de andar por casa (el de la gomina) y sus acciones inmediatamente posteriores ya fueron en esa dirección: menos focos en las estrellas del equipo y más sacrificio en pos del grupo.
Un tipo de equipo más colectivo, de perfil más bajo pero futbolísticamente más competitivo. Sin embargo, el canto de sirena del mercado de fichajes fue una tentación imposible de resistir para un presidente del PSG demasiado acostumbrado a tirar de talonario cuando las cosas se ponen feas.
Puede que ahora el interés se lo llevarán jugadores con un perfil mediático aún por desarrollar, o por lo menos, cuyas cualidades futbolísticas eran notoriamente superiores, como Gonçalo Ramos o Dembélé, pero al final el precio no recogió esa diferencia.
El PSG volvía a “liderar” en términos de gasto el mercado de traspasos una vez más, haciendo un dispendio que volvía a tensionar sus cuentas. Pero estaba justificado para los dirigentes de París, para quienes la confianza en un proyecto totalmente distinto merecía la pena el riesgo (y el gasto).
Pero 4 meses después aquí nos hayamos, ante un equipo que, de la mano de Luis Enrique (otra pieza diferencial para llevar las riendas del cambio) acaba de asaltar, por primera vez esta temporada, el liderato de la Ligue 1, pero que se tambalea en Europa tras caer con estrépito ante el Newcastle por 4-1.
¿Decide este partido el futuro de Mbappé? El examen final en Europa

Teniendo en cuenta que el PSG siempre ha elaborado sus proyectos con las miras puestas en la competición continental, dando por descontado que la doméstica estaba controlada, esto es, de momento, un rotundo fracaso.
Con un pobre balance de una victoria y una derrota, el PSG se enfrenta hoy a un Milan, que sin el esplendor de épocas pretéritas, siempre es un hueso duro de roer. Todo lo que no sea ganar, será considerado una derrota.
La afición de París no lo entenderá de otra manera, como tampoco su jugador franquicia, Kylian Mbappé, que de caer hoy, podría haber firmado uno de sus últimos capítulos europeas con la elástica capitalina si en las jornadas que están por venir, las cosas no cambian
Teniendo en cuenta que el proyecto que Al Khelaifi a comienzos de este verano fue exactamente lo que Mbappé había pedido en verano de 2022, pero que por otras circunstancias no pudo darse, se suponía que, esta vez sí, el transatlántico galo tenía todos los ingredientes para tomar Europa por asalto.
Pero el desencadenamiento de otro inesperado culebrón veraniego, protagonizado por el de Bondy, con fases de agravamiento (cuando fue apartado del equipo y prohibido ir a la gira de Japón) y como hemos dicho, tras el paso ya de varios meses, y diferentes tambaleos , lo que puede decirse es que el equipo no está donde a Mbappé le gustaría.
Y por si esto no fuera suficiente, encima tiene que ver cómo, un chaval cuatro años más joven que él y de perfil mediático menor, Jude Bellingham, ha tomado el trono que se suponía reservado para él, y este sí, ha comenzado a cimentar lo que parece la base de una leyenda en ciernes.
Noche para un todo o nada

Lidera, marca, asiste y es la gran figura del más importante juez del Bernabéu: la afición. Hasta el punto de que ahora, al madridista medio, le preguntas por Mbappé y te responde con desgana, sin importarle lo más mínimo su futuro.
Algo que probablemente esté pesando al “Dios menor”, tras darse cuenta de que aquella “patriótica decisión” de 2022 le está saliendo muy cara en términos futbolísticos. Demasiado.
Por eso el partido de esta noche se e presenta también como un examen final….sin reválida. Un fracaso en Champions del equipo, será visto irremediablemente como un fracaso propio, individual, que cuestionará ante los ojos del mundo, la decisión que tomó de dejar a Florentino Pérez en la estacada.
El Milán, será esta noche su último juez, el que marcará su destino. Así es, por lo menos, como lo concibe el propio jugador.