Ayer el Real Madrid conseguía una trabajada victoria frente a la Real Sociedad en un partido que se puso especialmente complicado para los blancos tras el prematuro gol de Barrenetxea y con Kubo desatado, quien firmaría un golazo anulado por fuera de juego posicional. Un duelo en el que la remontada blanca y la ausencia de faltas realmente duras parecía no dar lugar a la polémica, pero en los minutos finales llegó el escándalo protagonizado por el arbitraje, el cual pasó totalmente desapercibido ante la emoción del partido y la poca incidencia que terminó teniendo.
En el minuto 83 el linier del encuentro, Pau Norbert Cebrián, saltó al césped del Santiago Bernabéu para, de forma apremiante, pasar el balón a Kepa y que no se perdiese más tiempo. Primera vez que un linier salta al césped a protagonizar una escena así en un acto sin sentido para un equipo que defiende un resultado a favor y en casa, más aún cuando el propio Soto Grado, árbitro del encuentro, apenas descontó 4 minutos el año pasado tras un duelo frente a Osasuna donde los navarros perdieron todo el tiempo del mundo defendiendo el empate, sin embargo ayer vimos como se metía prisa al portero vasco del conjunto de Chamartín.
El linier protagoniza el escándalo del partido

Sin embargo, aún siendo la primera vez que presenciamos como un linier mete prisa de forma intencional a un portero para sacar el balón sin perder ni un minuto, no es la primera de Norbert Cebrián, quien ya oposita para aparecer en los partidos más importantes siguiendo detalladamente el camino del Negreirato, ya que este mismo colegiado hizo equipo con Clos Gómez arbitrando un Real Madrid-Barcelona donde el compadreo de Cebrián le supuso un neverazo.
Tal y como informó la cadena SER en su programa Carrusel Deportivo que os dejo a continuación. Un viejo conocido del madridismo que ayer volvió a rebasar la línea de lo aceptable al interferir directamente en el juego, porque no hablamos de un balón en banda que pasa al portero, el linier prácticamente llega al área del portero con tal de meter prisas a un Kepa que, incrédulo, esperó recibir el balón.
